El pasado 11 de junio llegó a la Comisión de la Verdad el ex presidente Juan Manuel Santos a contar su verdad, según lo dicho por él mismo: “Les quiero compartir mi verdad –como yo vi las cosas– sobre los problemas que enfrentamos y las medidas que tomamos en el Ministerio de Defensa en materia de derechos humanos en general, y en particular cómo investigamos y detuvimos esa macabra modalidad conocida como falsos positivos, que tanto daño les hicieron a miles de familias inocentes y a nuestras propias Fuerzas Armadas, para vergüenza nacional.” Pero son más los que han puesto en duda su sinceridad que los que le han creído su versión, por su actitud y forma de proceder en varios hechos anteriores.
Porque Santos llegó fue a sacudirse de responsabilidades y a señalar los responsables; a exponer todos sus logros como si nunca hubiera cometido un error como ministro de defensa ni como presidente de la República.
Es decir, todo lo hizo bien y solo cosas buenas. Cualquier error es de la responsabilidad de otros. Y así no es.
El hecho de creerle o no está en sus antecedentes por otros hechos, por ejemplo, lo que dijo en su cuenta de Twitter: No habrá curules gratis; se acogerá la decisión del plebiscito; ningún cabecilla de las Farc llegará a cargos de elección popular; cualquier persona que haya cometido crímenes de lesa humanidad debe ir a la cárcel.
¿Y al final? Nada de eso se cumplió.
Nadie cree, por mínima que sea la capacidad de análisis, que Juan Manuel Santos no hubiera visto nada, habiendo sido ministro en una época en la cual se ubican en el tiempo los falsos positivos, es decir, presentar como resultados operacionales de las fuerzas armadas la muerte de civiles sin ninguna relación con el conflicto: matar inocentes para cobrar mediante reconocimientos. Dice que “Nunca recibí una contraorden, ni fui desautorizado”, pero tampoco tomó ninguna decisión para evitarlo a pesar de que sabía lo que estaba pasando.
Si admite que «La presión por producir bajas y los premios por lograrlo fueron, sin duda, los incentivos para producir lo que vino después».
¿Y entonces por qué no hizo nada en su oportunidad para evitarlo? ¿Y por qué siguió como ministro?
En su amplía exposición ante la Comisión de la Verdad, el expresidente Santos, pidiendo perdón y con llorada incluida, solo fue capaz de reconocer los golpes contundentes que se le dieron a las Farc, especialmente contra sus cabecillas, y con lo cual se llegó a un momento de inflexión, incluyendo la operación Jaque.
La máxima expresión del ego y el adanismo.
Y dijo que mientras él quería darle golpes a las Farc para obligarlas a negociar, el expresidente Uribe quería aniquilarlas. Es decir, para Uribe las Farc eran un enemigo y para Santos eran sus adversarios. Cada uno tendrá sus razones.
Pero también hay que tener en cuenta sus antecedentes por varios hechos.
En el caso de Odebrecht, por ejemplo, relacionado con la presunta financiación de la multinacional a las campañas, Santos siempre ha negado cualquier participación a pesar de que varios de los implicados han afirmado que si hubo financiación y que el expresidente estaba perfectamente enterado de todo lo que estaba pasando.
Eleuberto Martorelli, expresidente de Odebrecht en Colombia, en declaración juramentada ante la Fiscalía dijo que “La empresa Odebrecht hizo una contribución económica para la campaña Santos presidente 2014-2018, lo hizo directamente sufragando los gastos de un estudio sobre la situación política…”.
De hecho, también los expresidentes Álvaro Uribe y Andrés Pastrana explicaron en una carta pública los detalles de la financiación y una posible reunión en el apartamento de Santos para definir detalles de la presunta ayuda económica.
Otra cosa es que tanto en la Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes como en el Consejo Nacional Electoral no hayan avanzado de manera objetiva y con independencia, porque en esos ámbitos los procesos están sometidos al resultado de la votación mayoritaria y no al rigor de la justicia.
Otro hecho injusto es el proceso que le construyeron al contraalmirante Arango Bacci y que acabó con su carrera militar, con base en un recibo de 115 mil dólares que el contraalmirante supuestamente habría recibido de la mafia con la huella digital, en un tráfico ilegal de cartas de navegación.
Con ocasión de esos hechos el entonces ministro de Defensa Juan Manuel Santos expreso: “Puedo confirmar que el contraalmirante Gabriel Arango Bacci fue llamado a calificar servicios y que hay una investigación adelantada, pero no quisiera decir más para que la investigación no se dañe”.
La Corte Suprema de justicia terminó absolviendo al contraalmirante Arango Bacci y compulsó copias a la Fiscalía para que investigue a Guillermo Barrera, comandante general de la Armada Nacional para la época de los hechos, y al ex ministro de Defensa Juan Manuel Santos.
Pero ya el daño estaba hecho, ni siquiera le dieron el beneficio de la duda al contraalmirante Arango Bacci, y le acabaron la carrera militar. Mezquindad pura y dura.
Y otro hecho en el cual quedaron plasmadas las actuaciones opacas del expresidente Santos se relaciona con las omisiones en que incurrió de manera deliberada mientras se estaban llevando a cabo los diálogos de paz en La Habana, y que el ex fiscal Néstor Humberto Martínez se las recordó mediante unas cartas que hizo públicas, en las cuales advertía sobre la vinculación de excombatientes de las FARC en narcotráfico.
También le advierte el exfiscal acerca de la continuidad de miembros de las Farc en los delitos de extorsión y despojo de tierras, cometidos con posterioridad a la firma del Acuerdo de Paz, relata actividades relacionadas con el narcotráfico de exintegrantes de las Farc, ubicación de laboratorios para el procesamiento de drogas en las Zonas Veredales, inclusión de narcos y jefes de bacrim como beneficiarios de la JEP, en fin…
A todo esto, el expresidente Santos hizo caso omiso, como si no estuviera pasando nada porque, más que la paz, el interés era el nobel.
Ante los hechos mencionados quedan más dudas que certezas respecto al proceder sincero del expresidente Santos en sus actuaciones cuando se trata de asumir responsabilidades.
¿Con todo y eso, Santos habrá dicho la verdad en la Comisión de la Verdad?
Porque las madres de Soacha no quedaron conformes con el perdón que pidió ni con sus lágrimas de cocodrilo.
O puede ser que solo hubiera dicho la verdad que le conviene para que no le quiten el nobel… @LcolmenaresR
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